Después de un tiempo, las
características novedosas de los productos tecnológicos son copiadas por otras
marcas y dejan de ser un buen argumento de venta. Toman entonces gran
importancia las creencias del consumidor sobre otras características
independientes de su función principal, como las estéticas y simbólicas.
Función estética de los objetos
tecnológicos
Más allá de la indispensable
adecuación entre forma y función técnica, se busca la belleza a través de las
formas, colores y texturas. Entre dos productos de iguales prestaciones
técnicas y precios, cualquier usuario elegirá seguramente al que encuentre más
bello. A veces, caso de las prendas de vestir, la belleza puede primar sobre
las consideraciones prácticas. Frecuentemente compramos ropa bonita aunque
sepamos que sus ocultos detalles de confección no son óptimos, o que su
duración será breve debido a los materiales usados. Las ropas son el rubro
tecnólogico de máxima venta en el planeta porque son la cara que mostramos a
las demás personas y condicionan la manera en que nos relacionamos con ellas.
Función simbólica de los objetos
tecnológicos
Cuando la función principal de los
objetos tecnológicos es la simbólica, no satisfacen las necesidades básicas de
las personas y se convierten en medios para establecer estatus social y
relaciones de poder.
Las joyas hechas de metales y
piedras preciosas no impactan tanto por su belleza (muchas veces comparable al
de una imitación barata) como por ser claros indicadores de la riqueza de sus
dueños. Las ropas costosas de primera marca han sido tradicionalmente
indicadores del estatus social de sus portadores. En la América colonial, por
ejemplo, se castigaba con azotes al esclavo o liberto africano que usaba ropas
españolas por pretender ser lo que no es.
El caso más destacado y frecuente
de objetos tecnológicos fabricados por su función simbólica es el de los grandes
edificios: catedrales, palacios, rascacielos gigantes.
Están diseñados para
empequeñecer a los que están en su interior (caso de los amplios atrios y
altísimos techos de las catedrales), deslumbrar con exhibiciones de lujo (caso
de los palacios), infundir asombro y humildad (caso de los grandes
rascacielos). No es casual que los terroristas del 11 de septiembre de 2001
eligieran como blanco principal de sus ataques a las Torres Gemelas de Nueva
York, sede de la Organización Mundial de Comercio y símbolo del principal
centro del poderío económico estadounidense.
El Proyecto Apolo fue lanzado por
el Presidente John F. Kennedy en el clímax de la Guerra Fría, cuando EEUU
estaba aparentemente perdiendo la carrera espacial frente a los rusos, para
demostrar al mundo la inteligencia, riqueza, poderío y capacidad tecnológica de
los EEUU. Con las pirámides de Egipto, es el más costoso ejemplo del uso
simbólico de las tecnologías
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